domingo, 22 de junio de 2008

dos

Su rígida mueca entorpece el olvido. La boca semiabierta, adelantada como quien va a decirnos algo. Obnubila, ahora no hay otra imagen que ésta. Digita su recuerdo, más allá.
La sala, un vaho gris. La falsa luz de falsos cirios altos. Encaje blanco sobre las manos, me acerco y la delgada tela vibra apenas. Temblor finísimo de junco. Ya no se mueve, así se muere.
Un cristal biselado que separa.
Hablar. Fumar. Sonreír o desear -muy buenas noches-.
Dormitar hasta helarse en un verde sillón tapizado de cuero.

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