miércoles, 25 de junio de 2008

seis

Su casa. Un cuidado desorden, un espacio que habita todavía. ¿Cuándo abandonamos realmente un lugar? Su casa, habitada por la muerte, frascos vacíos en la mesa de luz, papeles sobre la mesa. En un placard, cajas repletas de cartas y unos cuadernos amarillos de aroma húmedo, amargo, que penetra en las telas de la ropa colgada, planchada obsesivamente, agrupada de acuerdo a la estación. Su casa tan opuesta y simétrica a la mía. Soledad de mujeres, línea trazada con la leche de su pecho callado para siempre, quieto.
La imagen es estática, como una fotografía, no la anima ni el mayor esfuerzo que pueda realizar mi memoria. Sobre las teclas de su máquina, inclinada, o vencida sobre el escritorio de cedro oscuro, volcando tinta negra. Unas fintas nerviosas que se grababan en las hojas del cuaderno Rivadavia. Su vida ahí. Su historia fuera, hecha sin mí, desconocida. Apenas puedo revolver sin dolor este interior y el mío. Me voy dando un portazo que resuena doblemente con su eco en el pasillo, igual que entonces: para nadie.

cinco

Y Copérnico la dotó de movimiento. En estos giros lentos de la tierra, se mueven todavía, en círculos, los hombres. Esa elipsis no vista. Este motor violento.

lunes, 23 de junio de 2008

cuatro

Los solos en el bar están más solos. La cena evoca siempre las traiciones. Mastico con desgano mi entrada en la orfandad. Cuestión de tiempo, de cenas en los bares en penumbras. Un movimiento casto de la boca, un desgano que traga, engulle, traga. Metabolizo renegando de las pérdidas. Mañana es otro día. El día que aún no es. Aún no, el día.
¿Quién desplaza, con un motor violento, la noche hacia su origen?
No depende de fuerza, sí depende de fuerza.
Quedarse aquí requiere el mismo peso inverso. Tracción a sangre. Rígido coágulo del tiempo.

tres

Para que un cuerpo abandone su lugar natural, es necesario que sobre él actúe un motor,
-pensó Aristóteles- y llamó a ese motor: movimiento violento.
Creyó que todo movimiento de la naturaleza debería tener algún propósito: los cuerpos, animados o no, se agitaban bajo un impulso externo, de otro modo, quietos por naturaleza, tendían a volver a su lugar natural.
La piedra caerá al suelo y el caballo trotará hacia el establo, porque ésos son los sitios de piedras o caballos.
Sostuvo entre sus manos un guijarro. Extendió hacia el horizonte sus pupilas atentas, las fijó un largo rato en las ancas lustrosas, hasta que fueron manchas ínfimas y oscuras. Al compás de los rítmicos cascos fue entrando en el silencio de las estrellas fijas.

Limitado universo, eterno sólo entre sus vallas, con destellos que surcan las vidas de los hombres. Otra vez : todos y uno.

Lo pesado desciende, lo ligero se eleva, cada cuerpo según su natural destino. Movimiento violento, torrente contra el alma sencilla de las cosas.
Violencia de una fuerza que arrastrará los cuerpos en contra de un deseo natural de reposo.



Galileo, más tarde, diferenció los cuerpos del movimiento expreso. Entremezcló los términos: reposo, agitación, serán la misma cosa y sólo el cambio, el pulso cuando muta, reclamaría una causa. La Violencia en reposo, la quietud irascible de tu naturaleza.
Imagina estos cuerpos separados del ímpetu.




domingo, 22 de junio de 2008

dos

Su rígida mueca entorpece el olvido. La boca semiabierta, adelantada como quien va a decirnos algo. Obnubila, ahora no hay otra imagen que ésta. Digita su recuerdo, más allá.
La sala, un vaho gris. La falsa luz de falsos cirios altos. Encaje blanco sobre las manos, me acerco y la delgada tela vibra apenas. Temblor finísimo de junco. Ya no se mueve, así se muere.
Un cristal biselado que separa.
Hablar. Fumar. Sonreír o desear -muy buenas noches-.
Dormitar hasta helarse en un verde sillón tapizado de cuero.

uno

Nada está quieto. Siempre un soplo de brisa minúsculo, un temblor, un latido, un ligero aleteo. Alrededor de mí, en la cima más ardua de la noche, algo debe moverse.
¿Puede una respiración tan leve
impulsar a otros cuerpos?
Se esfuerza la razón. Trabaja para extraer de este caos pertubador una ley predecible. He aquí mi momentum, mi energía, mi fuerza.
En busca de una ciencia que describa, doy impulso a mis pies alrededor del cuarto. Girar es el trabajo al que a todas las horas, un impulso violento me somete.
Mecánica pura, los astros se desplazan a increíble distancia, desde la noche impura. Nada está quieto. Nadie.


Oigo un teclado que aporrean, o dentaduras rechinantes o pasos, vencidos bajo un enorme peso.
Polvo, dura raíz hundida : la gleba de los muertos.