sábado, 12 de diciembre de 2009

quince

Como la vieja patética en el comedor del tren, hago solitarios, los juego, carta por carta, ordenándolas sobre la mesa sin mantel. Piezas, fragmentos, astillas que se ordenan y quiebran su aparente unidad en un segundo, como si de a ratos me durmiera, suspendiera mi presencia, me abdujera un sopor inevitable. Eso, sopor.
Pienso en los viejos y en ese modo de irse de a ratos, ensayando.
La pasión, el desprecio, la ataraxia: modos de hundirse.

Si hubo soplo, al principio, es que hay ahogo.

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