sábado, 12 de diciembre de 2009

dieciséis

Volvimos a encontrarnos a la salida de la despensa. Esta vez, llevaba un vestido floreado de un color pálido que resaltaba su piel curtida por el sol. Me saludó sonriente y traté de ayudarla con la bolsa que cargaba, ya con alguna dificultad.
Al principio, desde luego, se negó, pero pretexté que mi única carga era una planta de lechuga y algunas ciruelas -le mostré mi bolsita alzándola a la altura de sus ojos- y entonces aceptó y caminamos juntas.
Empezaba a oscurecer, me permitió seguirla hasta la entrada de su casa y una vez allí, se ofreció a prepararme un buen té (su madre era inglesa, aseguró) Prometí que lo haríamos otro día, cualquier día de estos, dije, enterándome en ese preciso instante de mi intención de quedarme.

No hay comentarios: