sábado, 4 de octubre de 2008

once

Desde el andén, cargando un bolso demasiado pesado, caminó por las calles de tierra. Sus pasos hacían crujir los pastos secos que bordeaban el camino angosto, a esa hora desierto. El sol se hacía sentir, y se ocultaba, intermitente.
Después de un tramo, el terreno declinaba. Encontró la entrada de la casa casi cubierta por un sauce. Abrió la puertita de madera forzando un poco el pasador herrumbrado, que se quejó rechinando. El jardín parecía un bosque fantasma en miniatura, naturaleza abandonada. Empujó la reja y después la puerta de madera seca, blanqueada por el sol. La casa estaba sumida en la más completa oscuridad.
Dejó el bolso en el piso, y a tientas, descorrió las pesadas cortinas del ventanal. El mar entró en la casa.

2 comentarios:

Puck dijo...

Todo lo anterior a la última frase tomando nueva raigambre en el seso ante el título general "Mecánica". Y después, Inés, después... "El mar entró en la casa" es maravillosamente sencillo.

inx dijo...

Sencillo y sin fe, como una sonrisa, o un apretón de manos. T.S.Eliot, Puck, ese la tenía clara. Gracias por leer.