sábado, 3 de diciembre de 2011

dieciocho

La guerra, ¿sabe? es la guerra. Nada comienza sin estallar, y el comienzo, si es visible, no es en verdad el comienzo, los gérmenes son invisibles. Siempre, en la mayor destrucción, hay un  latido, subterráneo, el futuro es un latido, un germen invisible en el presente, pero que lo conforma también. El problema es el futuro, Qué verdad de perogrullo, ¿no?
Sonrió y sus ojos me parecieron húmedos, luminosos.  Me dió la espalda y volvió a encender la hornalla, colocó la pava sin renovar el agua y volvió a mirarme, de pie.
Bien, pero, hacia allí nos dirigimos, -o nos dirigen-, ciegos.
Por primera vez en muchos días sentí en mi voz más desesperación que cansancio. Necesitaba interpelarla. Pensó un momento, con los ojos fijos en un punto indefinido
Ciegos estamos cuando miramos el pasado, querida. La veo hurgar en la evidencia y pensar que es allí donde radica la oscuridad. No es así. Esto que se presenta ante nosotros, ya está muerto, no hay verdad que se pueda encontrar en un cementerio, no hay razones para conformarnos, para paliar la angustia. La angustia es otra, lo va a saber mañana.
Y mañana ya no tendrá sentido, no será un saber "utilizable" ¿es así?
Asintió con un parpadeo, mientras las volutas del vapor borroneaban sus rasgos, acercó mi taza, otra vez llena.

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